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El ocaso de un capo

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El secuestro de Jesús Alfredo Guzmán Salazar en Puerto Vallarta (e incluso, como ha trascendido, también de su hermano Iván Archivaldo) será un punto de inflexión en la lucha interna de los cárteles tan importante como lo fue el asesinato de Rodolfo Carrillo Fuentes, hermano menor de Amado Carrillo, “El señor de los cielos”, y de su esposa, el 11 de septiembre de 2004, que inició formalmente la guerra entre cárteles, o como la detención del “Mochomo”, Alfredo Beltrán Leyva, en enero de 2008, también en Culiacán, que selló la ruptura del cártel de Sinaloa, y que dio inicio a la etapa más violenta que hemos vivido en décadas en México.

Como siempre, el secuestro de los llamados “Chapitos” está precedido de varias historias que son parte del corazón del funcionamiento de las redes criminales en nuestro país. Un hecho clave en todo esto es el asesinato de Edgar Guzmán, el hijo mayor del “Chapo”, muerto en Culiacán, junto con el hijo de Blanca Margarita Cázares, apodada “La Emperatriz”, una mujer muy importante en la estructura del cártel de Sinaloa, que había sido pareja del “Mayo” Zambada.

El joven Edgar, de apenas 20 años, pero que ya comenzaba a realizar sus propias operaciones con drogas, se supone que fue asesinado por los Beltrán Leyva, que acusaban a sus ex socios del cártel de Sinaloa de haberlos traicionado entregando al “Mochomo” a las autoridades. Hay otras versiones que aseguran que en realidad se pudo haber tratado de una confusión, que “El Mayo” quería deshacerse de un joven apodado “El Guacho” que estaba operando en su territorio, que pidió incluso autorización para ello al “Chapo” (que estaba prófugo desde el año 2001) y que éste lo concedió. Pero resultó que el grupo de sicarios encabezado por un personaje apodado “El Macho Prieto” o se equivocó de joven, o “El Guacho” al que buscaba era el propio hijo del capo, que no había informado a Zambada de sus operaciones, y que lo mataron sin conocer su verdadera identidad, lo que suena posible pero un poco inverosímil: todo mundo conocía “al príncipe” como le decían a Edgar.
    
Lo cierto es que eso desató una lucha feroz, que se vio reflejada, poco después, con la muerte de Ignacio Coronel, uno de los líderes del cártel de Sinaloa en Guadalajara, que fue muerto el 29 de julio de 2010 por un comando del Ejército. Se asegura que Coronel fue delatado por un grupo que había roto definitivamente con él poco antes y que luego de aparecer con varios nombres distintos hoy los conocemos como el cártel Jalisco Nueva Generación, que mantuvo durante mucho tiempo, mientras los Zetas y los Templarios fueron un enemigo común, una relación tensa pero cercana con Zambada y Dámaso López, pero no con “El Chapo” y con sus hijos, que ya se presentaban como sus sucesores. Cuando éste se fuga en 2015, esas diferencias se acentúan.

Es sintomático que cuando se da la fuga de Guzmán Loera de El Altiplano, se insistiera en que “El Mayo” estuvo detrás de la misma, cuando en realidad, según las investigaciones oficiales, todos los operadores externos de la fuga eran de confianza de la propia familia del “Chapo”. En los meses en que estuvo prófugo, “El Chapo” tuvo tiempo de reunirse con Kate del Castillo y con Sean Penn pero no hay información que confirme que se hubiera reunido con Zambada.

Luego apareció esa extraña (y falsa, no era su hija, todo era un montaje) hija del “Chapo”, Rosa Isela, quien aseguró que Guzmán Loera había sido traicionado por “El Mayo” Zambada, “pues El Chapo tenía planeado entregar las riendas del cártel a su hijo Iván Archivaldo”. No me imagino a un narcotraficante como Zambada, que en los hechos ha manejado esa organización criminal durante dos décadas aceptando que un joven inexperto, con gran exhibicionismo en redes sociales, se hiciera cargo de la misma, ni al “Chapo” proponiéndolo abiertamente. Pero lo cierto es que con su padre preso, los jóvenes Iván y Alfredo sí se creían, y actuaban, como sus sucesores.

Quién sabe qué sucederá en el futuro próximo con ellos, pero lo cierto es que el secuestro de Alfredo y probablemente de Iván, marcará un antes y un después en la lucha entre los cárteles. Porque, como se comenzó a poner de manifiesto con el ataque a la casa de la madre de Guzmán Loera en La Tuna, Badiraguato, hace algunas semanas, estamos ante el inocultable ocaso de un capo.

La estrategia Mancera

De cara al 2018 no hay que subestimar en nada al jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera, que lleva semanas acomodando piezas, realizando alianzas, fortaleciendo equipo y estructuras, dentro y fuera del PRD. El último movimiento se dio en la administración capitalina pero va mucho más allá: Luis Serna, su operador personal de mayor confianza y secretario particular, reemplaza a Javier González Garza, en la que se llamaba la oficina del jefe de Gobierno, un área que desaparece pero es Serna el que absorbe todas sus funciones. Con ello el equipo de Mancera se fortalece, se hace más homogéneo y se prepara para un último tramo de la administración donde la carta Mancera se quiere hacer valer para el 2018.


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