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Meade: recuperar las expectativas

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El candidato republicano, Donald Trump, sigue haciendo escarnio del gobierno mexicano. Ha hablado todos los días, desde el miércoles pasado, con sorna de su visita a nuestro país y este miércoles cuando se divulgó la noticia de que Luis Videgaray había renunciado a la Secretaría de Hacienda, declaró que le había ido “tan bien” en su visita a México que “la gente que arregló el viaje ha sido forzada a salir del gobierno. Así de bien nos fue”.

Si alguien pensó que encontrarse con Trump serviría para atemperar su discurso y mejorar la relación ya puede haber comprobado que no será así. Si alguien creyó que el encuentro con Trump sería indoloro en la relación con Hillary Clinton y con la Casa Blanca de Barack Obama, también ha tenido forma de comprobar que ambas relaciones terminaron lastimadas. Esa es la razón de la renuncia de Videgaray.

El ahora ex secretario de Hacienda hizo un trabajo con luces y sombras en estos cuatro años con las finanzas nacionales. La reforma financiera ha sido un acierto y es unánimemente aplaudida. La reforma fiscal que logró un aumento notable de la recaudación fue, en contrapartida, el primer momento en el que la administración Peña se alejó de la gente. Fue una reforma que logró su objetivo de aumentar dramáticamente la recaudación (casi 5 puntos porcentuales) y esos recursos han sido claves ante la caída de los precios del petróleo, pero no fue una reforma que incentivara el crecimiento y, sobre todo, no fue la reforma que la gente esperaba: muchos creían, creíamos, que la verdadera apuesta tenía que ser un aumento generalizado del IVA, con una disminución del ISR, al mismo tiempo que se disminuían o desaparecían las exenciones fiscales. Eso es lo que se había prometido en campaña. Para sacar la reforma fiscal el gobierno logró un acuerdo con el PRD, apostando a lo contrario. El resultado, en términos de recaudación ha sido muy bueno, en términos políticos abrió una herida que no ha terminado de cerrar.

Otro tema que generó diferencias importantes ha sido la ley de lavado de dinero, mucho más estricta en México que en Estados Unidos o en Europa. Sin duda romper con las cadenas de lavado de dinero del crimen organizado, en todas sus variantes, es decisivo tanto para la seguridad nacional como para las finanzas públicas, pero en un país donde casi el 79 por ciento de las operaciones se realizan en efectivo y donde la bancarización aún es limitada, el efecto que se provocó es que mucha gente guardara su dinero, no lo invirtiera e incluso no lo gastara. Nadie entendió muy bien porqué comprar un automóvil al contado convertía al comprador en sospechoso de un delito, mientras los enormes espacios de los mercados informales de todo tipo seguían operando cómodamente.

Con todo, sería injusto decir que, en este contraste de blancos y negros, la labor de Videgaray en Hacienda fue negativa. El sólo hecho de que la economía nacional, a pesar de la caída de los precios del petróleo y del entorno global se haya mantenido con crecimiento positivo, en un contexto donde las caídas, por ejemplo, de la mayoría de las economías latinoamericanas se han derrumbado, no es un logro menor. Es verdad que ha aumentado el endeudamiento hasta llegar, diría Agustín Carstens al “límite de lo razonable” y por eso el principal objetivo del presupuesto elaborado por Videgaray y que ayer presentó Meade es tener un superávit primario que vaya quitando presión a la deuda. El recorte del gasto público, por ende, será amplio y socialmente costoso, pero también de allí surge las posibilidades de operación de Meade.

Su principal tarea en la negociación del paquete económico con el Congreso pasará por dónde y cómo recortar. Hay recortes contemplados en el paquete presupuestal que pueden ser necesarios pero que social y políticamente son muy costosos. Por ejemplo ¿tiene sentido quitarle seis mil millones de pesos a la secretaría de salud, que equivale a prácticamente todos los recursos que destina al seguro popular? ¿cómo hará para garantizar los servicios y reducir el gasto? ¿puede garantizar ese servicio reduciendo el personal? Es un ejemplo, y como ese hay muchos otros. Quizás la gran oportunidad que tiene Meade, aunque está partiendo de espacios de negociación muy estrechos, es negociar con los partidos una reasignación del recorte que tenga los menores costos sociales posibles, dentro de las pautas que requiere el mantener unas finanzas públicas sanas.

Meade tiene una experiencia invaluable: su reciente paso por la Sedesol y antes por la cancillería, le abre una perspectiva, le otorga una visión, que no han tenido ninguno de sus antecesores recientes. Y los mercados recuerdan que durante su anterior paso por la Secretaría de Hacienda, con el barril de crudo a 70 dólares, Meade dejó el país creciendo al 5.1 por ciento (hoy estamos en un 2 por ciento), con un endeudamiento neto total del 34.4 por ciento del PIB (hoy es de casi el 50 por ciento). La tarea económica de Meade se llama, por ende, recuperar las expectativas perdidas.


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